El álbum “The Tortured Poets Department” complica aún más mis sentimientos hacia la estrella del pop y demuestra que Taylor Swift podría beneficiarse enormemente de un enfoque creativo más comunitario.
Cuando Taylor Swift anunció su nuevo álbum, “The Tortured Poets Department”, a principios de este año en los Grammy, me sentí a partes iguales curioso y desapegado. Aunque soy un fan de toda la vida, no me gustó mucho su esfuerzo anterior, “Midnights”, porque lo encontré mayoritariamente carente de inspiración, a pesar de que ganó el Álbum del Año.
No obstante, el dominio de Swift sobre el espíritu de la época la hace ineludible, y como admirador de la mayoría de su trabajo, estoy destinado a interactuar con sus propuestas, independientemente. La calidad y el reconocimiento de sus obras anteriores me hicieron aferrarme a la esperanza inútil de que “Midnights” fuera solo un error. Todos cometen errores. Todos tienen esos días.
Sin embargo, esa esperanza murió tan pronto como vi los créditos del álbum.
Para mi consternación, Swift mantiene su habitual conjunto creativo en “The Tortured Poets Department”: Jack Antonoff, el productor al que recurre toda chica indie-pop, y Aaron Dessner, de la fama de The National, quien previamente trabajó con ella en “Folklore”, “Evermore” y “Midnights (3 a.m. Edition)”. También incorpora a Post Malone y a su amiga de largo plazo, Florence Welch, como nuevos colaboradores.
Swift es conocida por escribir canciones basadas en sus propias experiencias de vida. Esta elección artística la ha hecho sinónimo de un cierto tipo de identificación y le ha otorgado tanto escrutinio como elogios por igual. Sus fans, en particular los “Swifties” para los no iniciados, usan esto para justificar a veces esos elogios inmerecidos y desacreditar a los artistas que eligen un enfoque más colaborativo para crear. “The Tortured Poets Department” complica aún más mis sentimientos hacia la estrella del pop y demuestra que Swift se beneficiaría enormemente de un enfoque creativo más comunal.
La composición en “Tortured Poets” ha perdido su franqueza
Si alguien extrajera los pulsantes sintetizadores de “1989” y la narrativa de “Red” o “Folklore”, nos quedaríamos con “The Tortured Poets Department”. Todo aquí parece una cáscara de algo mejor, y sabemos que ella es capaz de mucho más.